martes, 28 de abril de 2020

Daniel Goleman y La Inteligencia Emocional

     
     

Daniel Goleman es uno de los psicólogos más famosos de los últimos años, debido al best-seller internacional de su libro: Inteligencia Emocional (1995). En su libro Inteligencia Emocional, explica que las competencias de autoconocimiento, autodisciplina, persistencia o empatía tienen más importancia para la vida que el CI (Cociente Intelectual), y afirma que ignorar estas competencias es un riesgo para nosotros. Debemos enseñarles a los niños a desarrollar estas competencias desde edades tempranas, porque son beneficiosas para su futuro. Cuando nuestro cerebro almacena experiencias, no simplemente recopila hechos; también registra nuestros sentimientos y estos sentimientos nos ayudan a aprender. Por ejemplo, si un niño toca un horno caliente, experimentará un dolor intenso. Solo pensar en volver a tocarlo, hará que se dispare el recuerdo de ese dolor. De esta forma, las emociones evitarán que le pase lo mismo otra vez.

Nuestras emociones son herramientas importantes para entender e interactuar con nuestro entorno. Aún así, tienen defectos y pueden impulsarnos a cometer errores. Uno de esos errores ocurre cuando nos volvemos excesivamente emotivos; para poder realizar juicios sólidos, necesitamos pensar claramente. Nuestra mente emocional reacciona a situciones del presente basándose en experiencias pasadas, aún cuando las condiciones hayan cambiado. Por ejemplo, un niño que fue acosado en el colegio puede crecer para convertirse en un hombre seguro de sí mismo, pero aún así sentirse amenazado por su antiguo acosador. Entonces, ¿Cómo puedes usar el poder de tus emociones sin que ellas te controlen a ti? Necesitas inteligencia emocional (IE), que te permite reconocer y manejar tus sentimientos sin ser controlado por ellos.

El primer aspecto de la inteligencia emocional es ser capaz de reconocer y darle nombre a tus sentimientos. Este paso es vital para ser capaz de manejar tus emociones. Los estudios demuestran que las personas que no son capaces de reconocer sus propios sentimientos, son más propensos a arranques violentos. Una vez que eres capaz de reconocer tus emociones, necesitas estar consciente de qué las causa. Con frecuencia tus sentimientos en una situación dependen de cómo piensas sobre ellas. Por ejemplo, imagina que necesitas hacer un trabajo para la universidad. No te gusta para nada la idea y preferirías ir al cine. La inteligencia emocional puede ayudarte a gestionar todos estos sentimientos. Aunque el tema te aburra, puedes tratar de verlo desde otro ángulo. Puede que hay un aspecto del tema que te llama la atención; además, a sabiendas de cómo va a hacerte sentir la salida al cine, puedes posponer la gratificación para cuando verdaderamente tengas tiempo y no tengas tareas pendientes. Los estudiantes que manejan su carga de trabajo de esta forma, tienden a tener éxito en sus estudios, aún si tienen coeficientes intelectuales promedio.






En los niños por lo regular a partir de los seis meses comienzan a experimentar la ira. Es justamente ahí que debemos como educadores corregir cualquier conducta negativa, hay que acompañarlas de mensajes que les inviten al razonamiento y al control de eso que están sintiendo. A partir de los dos años es recomendable iniciar a los niños en el campo del reconocimiento de las emociones, ¿Cómo hacerlo? Mediante fotografías de rostros, dibujos, preguntándoles qué les pasa, si están tristes o por qué creen ellos que el otro lo está… Este es un modo perfecto para que aprendan a reconocer sus emociones poco a poco y también las de los demás, y sobre todo, comenzar a desarrollar la habilidad de la empatía. A partir de los 5 años sería perfecto que los niños supieran ya dar nombre a las emociones de modo habitual ejemplo: “estoy enfadado porque no me has comprado el juguete”. Hablar con los niños, hacerles preguntas, razonar, jugar, poner ejemplos; es algo imprescindible en su educación.

Debemos favorecer continuamente el que puedan expresarse, poner en voz alta su opinión y sus sentimientos, que aprendan a dialogar. Desde muy pequeños deben saber guardar silencio mientras los demás hablan, pero no solo eso, debe ser una escucha activa. De ahí que sea recomendable hablarles despacio, frente a frente y terminando las frases con un «¿has entendido?», «¿estás de acuerdo con lo que he dicho?». Para fomentar la inteligencia emocional es esencial que podamos facilitar la confianza apropiada para que pongan en voz alta aquello que les preocupa, que les hace felices pero también infelices. El hogar y la escuela van a ser esos primeros escenarios donde se va a desarrollar su vida. Si les ofrecemos comodidad para que se puedan expresarse y comunicar, también lo harán a medida que crezcan. Saber comunicarse y reconocer emociones propias y ajenas son, sin duda, imprescindibles para que vayan madurando poco a poco y alcancen una solvencia adecuada para integrarse en la sociedad y ser felices en ella.



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